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El término “latino” se ha vuelto una etiqueta común para referirse a las personas originarias de Sudamérica y Centro América, especialmente en Estados Unidos. Pero ¿de dónde viene realmente esta denominación? ¿Por qué se utiliza “latino” y no, por ejemplo, “hispano” o simplemente “sudamericano”? La respuesta está en una compleja historia de política, cultura, clasificación racial y geopolítica.
Aunque parezca irónico, el término “Latinoamérica” no nació en América ni en Estados Unidos. Fue en Francia, durante el siglo XIX, donde intelectuales y políticos comenzaron a usar “Amérique Latine” para referirse a los países del continente americano que hablaban lenguas derivadas del latín: español, portugués y francés.
Aunque parezca irónico, el término “Latinoamérica” no nació en América ni en Estados Unidos. Fue en Francia, durante el siglo XIX.
La intención de Francia era legitimar su influencia en América frente al crecimiento del poder anglosajón, especialmente el de Estados Unidos y el Reino Unido.
La intención de Francia era legitimar su influencia en América frente al crecimiento del poder anglosajón, especialmente el de Estados Unidos y el Reino Unido. Promovían una supuesta solidaridad entre pueblos latinos, compartiendo raíces culturales heredadas del Imperio Romano. Así nació el concepto de “Latinoamérica”, que luego fue adoptado por varios pensadores y movimientos del continente que buscaban diferenciarse tanto del dominio español como del anglosajón.
Avanzamos al siglo XX, específicamente a los años 70, cuando el gobierno de EE.UU. empezó a clasificar a su población por origen étnico o racial para fines estadísticos, especialmente en censos, programas sociales y políticas de acción afirmativa.
En ese contexto, se creó la categoría “Hispanic” para agrupar a personas provenientes de países de habla hispana. Sin embargo, no todos se sentían representados con ese término. Por ejemplo, los brasileños —que hablan portugués— quedaban fuera, y muchos americanos consideraban que “hispano” era una etiqueta demasiado centrada en España, país colonizador del cual ya se habían independizado hacía siglos.
Así comenzó a utilizarse con más fuerza el término “latino”, que era más amplio, incluía a Brasil y estaba más ligado al aspecto cultural y lingüístico que al origen colonial. Además, “latino” se asociaba menos con Europa y más con América como región autónoma y diversa.
Aunque en muchos contextos se usan como sinónimos, en Estados Unidos la diferencia entre “latino” e “hispano” tiene connotaciones culturales y políticas:
Término | Basado en | Incluye a Brasil | Incluye a España | Percepción |
---|---|---|---|---|
Hispano | Idioma español | ❌ No | ✅ Sí | «Más ligado a la herencia colonial» |
Latino | Lenguas romances (latinas) | ✅ Sí | ❌ No | «Más inclusivo y culturalmente autónomo» |
“Latino” se convirtió, entonces, en una etiqueta útil para crear una identidad colectiva dentro de un país mayoritariamente anglosajón. Sirvió también para organizar políticamente a las comunidades migrantes, fomentar el activismo social y tener representación en medios, política y cultura.
A partir de los años 80 y 90, la palabra “latino” fue abrazada por los medios de comunicación y la cultura popular estadounidense. Artistas como Gloria Estefan, Ricky Martin, Jennifer Lopez o Shakira fueron presentados como “superestrellas latinas”, sin importar que vinieran de contextos tan distintos como Cuba, Puerto Rico o Colombia.
En muchos casos, la etiqueta “latino” ayudó a visibilizar culturas tradicionalmente ignoradas en el mainstream estadounidense. Pero al mismo tiempo, también generó una homogeneización forzada que simplificó o incluso borró diferencias culturales profundas entre mexicanos, caribeños, andinos o brasileños.
En muchos casos, la etiqueta “latino” ayudó a visibilizar culturas tradicionalmente ignoradas en el mainstream estadounidense. Pero al mismo tiempo, también generó una homogeneización forzada que simplificó o incluso borró diferencias culturales profundas entre mexicanos, caribeños, andinos o brasileños.
Muchos sudamericanos —dentro y fuera del continente— terminaron adoptando el término “latino” como parte de su identidad, aunque no necesariamente lo usen en su país de origen. Esto ocurrió por varias razones:
El término “latino”, aunque no es originario de América del Sur, ha sido popularizado por Estados Unidos como una forma de clasificar e identificar a personas provenientes de América Central y América del sur. Lo que comenzó como una herramienta estadística y política terminó convirtiéndose en una identidad cultural compartida, aunque con límites difusos y contradicciones.
Ser “latino” en EE.UU. no significa lo mismo que serlo en Buenos Aires o en Bogotá. Pero en un mundo globalizado, esas etiquetas pueden servir como puentes o como muros. Todo depende de quién las use… y con qué intención.
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