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Cuando piensas en una quemadura, lo primero que imaginas es fuego, calor o algo muy caliente. Pero hay un tipo de quemadura que puede parecer contradictoria: la quemadura por frío. Sí, el hielo también puede “quemar”.
Nuestro cuerpo está hecho para funcionar a una temperatura bastante constante. Cuando expones tu piel a temperaturas extremadamente bajas, como las del hielo seco o incluso del hielo común por tiempo prolongado, las células se congelan y cristalizan, lo que las destruye.
Este daño celular es muy similar al que produce una quemadura por calor. Por eso, el cuerpo reacciona de forma parecida: con dolor, enrojecimiento, ampollas e inflamación.
Aunque el frío y el calor son opuestos, los efectos extremos de ambos pueden dañar los tejidos. El término «quemadura» se refiere al daño en la piel, sin importar si fue causado por fuego, electricidad, radiación o frío extremo.
Por eso, una quemadura por frío (también llamada congelación o frostbite) se considera una forma legítima de quemadura.
Depende de la temperatura. El contacto prolongado con un cubo de hielo puede causar una quemadura leve en unos pocos minutos. Pero si hablamos de nitrógeno líquido o hielo seco, las quemaduras pueden ocurrir en segundos.
Algunos casos extremos han ocurrido por juegos virales (como el peligroso «reto del hielo y la sal»), donde las personas se aplican sal y luego hielo sobre la piel. Esto baja la temperatura aún más y provoca quemaduras serias.
Sí. De hecho, muchas personas describen las quemaduras por frío como igual o más dolorosas que las quemaduras por calor, especialmente cuando la piel se empieza a descongelar.
El daño puede ser superficial (como una quemadura de primer grado), pero en casos más graves puede afectar capas profundas e incluso requerir amputación.
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