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A lo largo de la historia, las sociedades han tenido formas muy peculiares de aplicar la justicia. Pero quizás uno de los aspectos más extraños (y poco conocidos) es que hubo épocas donde los animales eran llevados a juicio como si fueran personas. ¿Una cerda condenada a muerte? ¿Ratones acusados de destruir cultivos? Suena a fábula, pero ocurrió realmente.
Durante la Edad Media y parte del Renacimiento, especialmente en Europa, se creía que los animales podían ser responsables moralmente de sus actos. Por eso, cuando causaban daño —ya fuera físico, económico o simbólico— podían ser arrestados, juzgados, condenados… ¡y ejecutados!
Estos juicios se dividían en dos tipos:
Uno de los juicios más documentados es el de una cerda en Falaise, Normandía. El animal fue acusado de matar a un niño, y fue arrestado, procesado y condenado a muerte. Se la vistió con ropa humana y se la ejecutó en público, como si fuera una criminal común. Este caso quedó registrado con todo detalle.
Una colonia de ratas fue acusada de devorar las cosechas. El tribunal eclesiástico notificó a las ratas… ¡mediante un mensajero oficial! Como no se presentaron al juicio, su abogado (sí, tenían uno) alegó que les era imposible acudir por el peligro que representaban los gatos en el camino. La corte aceptó la excusa.
En varias regiones de Italia, especialmente en los siglos XVI y XVII, se realizaban juicios religiosos contra plagas como los saltamontes. Los clérigos organizaban procesiones, misas e incluso emitían órdenes de excomunión contra los insectos. Aunque no siempre funcionaba, al menos quedaba el intento.
En la ciudad suiza de Basilea, un gallo fue acusado de poner un huevo. Al considerar esto una señal demoníaca, el gallo fue arrestado, juzgado y condenado a ser quemado vivo. La lógica: los huevos puestos por gallos eran considerados herramientas del Diablo.
Hay múltiples casos registrados de burros o caballos que causaron heridas o muertes, generalmente por accidente. Aun así, eran juzgados como si tuvieran intención. Algunos fueron absueltos, otros recibieron penas absurdas como destierro o confiscación.
Más allá de lo surrealista, estos juicios reflejan una visión del mundo muy diferente. En muchas culturas antiguas, los animales no eran solo “propiedad”, sino agentes morales dentro del orden social y espiritual. También demuestran cómo el miedo, la superstición y la necesidad de controlar lo incomprensible moldeaban la justicia.
Aunque ya no llevamos cerdos al tribunal, los animales aún pueden ser sacrificados por orden judicial en casos de ataques, especialmente si se consideran peligrosos para la comunidad. En algunos países también se ha discutido si los animales deberían tener derechos legales, e incluso representación ante la ley.
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