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A estas alturas de la historia, uno pensaría que la idea de que la Tierra es plana debería estar guardada junto a los mapas de dragones y monstruos marinos. Pero no: en pleno siglo XXI, hay personas que siguen convencidas de que vivimos sobre un disco gigante cubierto por una cúpula.
¿Es una broma? ¿Una moda? ¿Una rebelión contra la ciencia? Vamos a explorar este fenómeno que mezcla creencias antiguas, teorías de conspiración y, por supuesto, muchas discusiones en internet.
La idea de que la Tierra es plana no es nueva. Las civilizaciones antiguas, como los babilonios o los egipcios, imaginaban el mundo como un disco flotante en el océano. Pero ya en la Antigua Grecia, científicos como Pitágoras y Aristóteles observaron que la Tierra era redonda, basándose en la forma de la sombra que proyectaba en los eclipses y en cómo los barcos desaparecían en el horizonte.
Incluso Eratóstenes, en el siglo III a.C., calculó el tamaño de la Tierra con sorprendente precisión usando solo sombras y matemáticas.
Durante la Edad Media, la mayoría de los eruditos europeos sabían que la Tierra era redonda. La historia de que Cristóbal Colón “demostró que la Tierra no era plana” es un mito moderno.
La versión moderna del terraplanismo resurgió en el siglo XIX, cuando Samuel Rowbotham publicó un panfleto llamado Zetetic Astronomy. En él aseguraba que la Tierra es un disco plano con el Polo Norte en el centro y una muralla de hielo (la Antártida) en el borde.
Pero fue con internet y YouTube que la teoría ganó fuerza. Videos, foros y memes comenzaron a circular con “evidencias” como:
Muchas de estas ideas apelan al escepticismo mal dirigido: cuestionar la autoridad científica no es malo en sí mismo, pero hacerlo sin fundamentos y rechazando toda evidencia puede llevar a conclusiones absurdas.
Vamos por partes:
Muchos estudios sugieren que el terraplanismo no es tanto una creencia en la Tierra plana, sino una desconfianza profunda hacia la ciencia, las instituciones y los gobiernos.
Para muchos, aceptar que “te mintieron toda la vida” se convierte en una forma de empoderamiento personal. Cuestionan todo lo oficial y, en algunos casos, el terraplanismo se cruza con otras teorías de conspiración como la negación del cambio climático, la antivacunación o el control global por “élites secretas”.
Aunque puede sonar gracioso, las creencias pseudocientíficas pueden tener consecuencias reales. Cuando la desinformación se propaga, puede minar la confianza en la ciencia, afectar decisiones de salud pública o incluso influir en la política.
Sin embargo, burlarse no ayuda. Muchas personas llegan al terraplanismo por una mezcla de ignorancia, desinformación y necesidad de pertenecer a una comunidad. Lo ideal es responder con paciencia, información clara y pensamiento crítico.
A veces, lo interesante no es solo la teoría, sino por qué algunas personas eligen creer en ella. La Tierra sigue girando (literalmente), y la curiosidad —aunque a veces se desvíe— es parte de lo que nos hace humanos.
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