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Los pulpos son criaturas fascinantes que parecen sacadas de otro planeta. Con sus ocho brazos, su capacidad de camuflaje y su inteligencia inusual para un invertebrado, estos cefalópodos han cautivado a científicos y curiosos por igual. Pero hay un dato sobre ellos que sorprende incluso a quienes ya los consideran extraordinarios: tienen tres corazones. Y aún más curioso: uno de ellos deja de latir cuando nadan.
Para entender esta peculiaridad, primero debemos revisar cómo está distribuido el sistema circulatorio del pulpo. A diferencia de los humanos, que tenemos un solo corazón, el pulpo tiene tres:
Estos corazones trabajan en conjunto para asegurar que todo el cuerpo del pulpo reciba el oxígeno que necesita. Pero el truco está en lo que ocurre cuando el pulpo decide nadar.
Cuando el pulpo nada, su corazón sistémico se detiene temporalmente. Es decir, deja de latir. Esto significa que, mientras nada, el pulpo no puede distribuir oxígeno al resto de su cuerpo con la misma eficiencia. Por eso, los pulpos evitan nadar durante mucho tiempo y prefieren desplazarse arrastrándose por el fondo marino con sus brazos, lo cual requiere menos esfuerzo y permite que su sistema circulatorio funcione normalmente.
A simple vista, esto parece una desventaja evolutiva. ¿Cómo es posible que una criatura dependa de un órgano que deja de funcionar en movimiento? Pero la evolución no se basa en la perfección, sino en la adaptación. Y el estilo de vida del pulpo, mayormente sedentario y con movimientos lentos y controlados, no exige grandes desplazamientos nadando. Además, el gasto de energía que implica nadar podría ser contraproducente si se mantuviera el corazón funcionando a toda máquina.
Por si esto no fuera suficiente, el pulpo también tiene sangre azul. Esto se debe a que utiliza hemocianina, una proteína que transporta oxígeno usando cobre en lugar de hierro (como en nuestra hemoglobina). Aunque la hemocianina es menos eficiente que la hemoglobina, funciona mejor en condiciones de frío y bajos niveles de oxígeno, lo que la hace ideal para los ambientes submarinos donde viven estos animales.
El sistema circulatorio del pulpo, entonces, está lleno de rarezas: tres corazones, sangre azul y un órgano central que se apaga al nadar.
Estudiar a criaturas como el pulpo no solo despierta nuestra curiosidad, sino que también nos permite comprender cómo la vida puede tomar caminos evolutivos muy diferentes a los nuestros. Nos recuerda que la diversidad biológica del planeta es inmensa y que hay muchas formas de sobrevivir, adaptarse y prosperar, incluso si eso significa tener un corazón que no late cuando más lo necesitas.
Así que la próxima vez que veas un pulpo moverse por el fondo del mar, piensa en esa increíble maquinaria biológica que lo mantiene vivo. Aunque parezca que todo en él es blando, extraño y ajeno, hay una sofisticación oculta en cada uno de sus movimientos… incluso cuando su corazón toma un breve descanso.
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